Evaluación formativa

 Retroalimentar para generar aprendizajes de calidad


El contexto de pandemia que estamos atravesando nos ha familiarizado con nuevos conceptos poco comunes en tiempos de "normalidad", como por ejemplo el de protocolo. Hoy, todas nuestras actividades están encuadradas en estrictos procedimientos o ceremoniales a fin de evitar la propagación del virus. 

Llevado este concepto al campo que nos compete, que es el de la evaluación, sucede que para hacer una devolución o retroalimentación formativa a las evaluaciones de nuestros estudiantes, también deberíamos seguir ciertas reglas o protocolos que nos orienten en esa respuesta para que ésta sea verdaderamente provechosa y pueda generar aprendizajes de calidad.

Personalmente, me es imposible corregir un examen sin ofrecer algo de  retroalimentación. Digo algo porque no sé si es todo lo que debe contemplar una buena devolución. Este módulo 2 del curso se propuso como objetivo mostrarnos diferentes protocolos de retroalimentación para que comencemos a ponerlos en práctica. Acceder a ellos me ha posibilitado comparar lo que venía haciendo, de manera intuitiva, con lo que se debe hacer para que la evaluación sea realmente formativa. 

Retroalimentar en educación es un trabajo verdaderamente arduo, que lleva su tiempo y se complica aún más cuando el número de estudiantes a cargo es elevado. Confieso que este aspecto es lo que me hace dudar de su real aplicabilidad ¿Es posible retroalimentar de manera efectiva a 230 alumnos cada vez que los evalúo? 

Encontré algunas respuestas en la charla que esta semana ofreció Rebeca Anijovich sobre evaluación formativa, organizada por la DGE de la provincia de Mendoza Habló precisamente sobre los protocolos aplicables al nivel secundario donde la cantidad de alumnos por docente es mucho mayor que en la escuela primaria. Sobre ello, manifestó la pertinencia de utilizar un protocolo básico consistente en tres pasos: Valorar - Preguntar - Sugerir y de aplicar también rúbricas de evaluación. Al mismo tiempo planteó la posibilidad de alternar la retroalimentación con instancias de auto y coevaluación que hacen también a la esencia de la evaluación formativa a fin de descomprimir un poco el trabajo docente.

La práctica de retroalimentar las producciones de nuestros compañeros, siguiendo algunos protocolos como el de la escalera de Wilson y al mismo tiempo, de recibir la retroalimentación de ellos, me pareció una oportunidad de aprendizaje verdaderamente significativo; sumado al trabajo grupal en la elaboración de una encuesta y al análisis ulterior de los resultados obtenidos, puedo arribar a ciertas conclusiones. Una de ellas se refiere a la distancia existente entre la teoría y la práctica. Por ejemplo, se nos plantea la evaluación cualitativa a través de la retroalimentación como lo más óptimo, sin embargo el sistema escolar nos pide notas y promedios numéricos.

El encuentro con mis compañeras del grupo Jazmín de lluvia no solo sirvió para cumplimentar la actividad pedida referida a la encuesta sino también, para intercambiar ideas y percepciones acerca de la aplicación de los criterios de la evaluación formativa en nuestro medio. Surgieron interrogantes, dudas y reflexiones. Una personal y a modo de cierre: Si bien la evaluación formativa, encuadrada en el paradigma constructivista, apunta a desarrollar habilidades de pensamiento de orden superior (evaluar, aplicar, analizar) esto no se puede llevar a cabo sin la adquisición  previa de habilidades de orden inferior (conocer, comprender) que son las que requieren del esfuerzo de la memoria, el tiempo y la concentración a fin de internalizar lo conceptual. Sin embargo, pareciera que sobre este andamiaje no se habla. 

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